La idea es mostrar cómo en mi generación la belleza ha sido una herramienta política esencial, la madre de muchas otras manipulaciones y desigualdades, dice el escritor chileno. El rostro de los héroes que al principio ilustraba la portada de los manifiestos se convirtió en el manifiesto mismo. Como la cocaína o la heroína, la belleza anula nuestra voluntad, apaga nuestra independencia, nos ata a los caprichos de cualquier traficante que nos entrega por una hora o dos a la modelo translúcida.
Estar contra todo y todos parece la actitud más adolescente posible. Pero estar contra cualquier atisbo de totalitarismo, ya sea estético, subjetivo o político, resulta una tarea compleja. Y 'Contra la inocencia' cumple a cabalidad ese objetivo. Pues en estos ensayos iconoclastas se hilvana una escritura fluida y aguda, a ratos íntima, que inspecciona con profundidad en las paradojas del individuo moderno. Gumucio exhibe así la perversión que encubre cualquier cuerpo que posea una belleza extrema, la profunda violencia del animalismo radical, la esencia malvada de la política o la imposibilidad de apropiarse de la muerte y sus relatos. En Contra la inocencia encontramos altas dosis del mejor género ensayístico: las ideas se van hilvanando con humor y ferocidad, dando pie a las contradicciones que demanda cualquier acto reflexivo. Gumucio aniquila la moralista división entre alta y baja cultura que suele ejercer la academia y con erudición reflexiona prescindiendo de cualquier cita autorizada, tachando todo totalitarismo.
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