Una nueva aventura policiaca del detective Pierre Le Noir, más arrebatadora e inquietante, en la Francia de 1927. La segunda entrega de la trilogía detectivesca de Martín Solares, tras Catorce colmillos.
Para horror de los integrantes de la Brigada Nocturna, el mejor amigo y protector de Pierre Le Noir es asesinado con la misma técnica que empleaba Jack el Destripador. Cuando Scotland Yard confirma que dicho asesino se encuentra en Francia y que su siguiente objetivo será Pierre Le Noir, el joven agente debe salir de París mientras sus colegas controlan la situación. Al tiempo que huye por su vida y aprende a dominar los poderes que le confiere el talismán heredado por su abuela, Le Noir vive una serie de episodios fantásticos cada vez más extraños, que lo llevan de un hospital donde se curan las enfermedades sobrenaturales a un encuentro con Robert Desnos, el profeta del surrealismo, y de ahí a una isla misteriosa en el sur de Francia, donde el monstruo que inspiró El conde de Monte-Cristo podría ayudarlo a salir de sus problemas, o acabar con él en siete mordidas.
Una semana muy oscura de 1927 un hombre es asesinado en extrañas circunstancias y su cuerpo aparece en un callejón de París.
El hallazgo plantea un enigma escalofriante, pues además del extraño color que presenta la piel de la víctima en el cuello se advierte una herida que no puede atribuirse a ningún arma o depredador conocido.
El caso es asignado con discreción a la Brigada Nocturna, una división de la policía francesa especializada en crímenes imposibles de resolver. Entre los detectives desplegados se encuentra el joven Pierre Le Noir, que cuenta con una curiosa red de informantes en el barrio. Gracias a ésta, Le Noir conoce a una hermosa mujer que tiene oscuros motivos para interesarse en el cadáver, y a partir de su encuentro con ella comprende que el caso involucra magia e hipnosis, migrantes ilegales y millonarios respetables, pero, sobre todo, que si desea detener al culpable debe infiltrarse entre surrealistas y dadaístas, dos grupos de artistas rijosos y explosivos, siempre en líos con las autoridades, y entre los cuales se hallan André Breton, Tristan Tzara y Man Ray: todos son sospechosos, porque todos tienen algo que ocultar.